Pilatos le preguntó: ¿No hay, pues, verdad sobre esta tierra?
Y Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la verdad sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra.

martes, 9 de julio de 2024

Extraños en la noche

 


Entonces no era San Petersburgo, sino Leningrado. Alfonso y yo compartíamos habitación en un hotel lejos del centro, aunque se llegaba en línea recta. Todo era seguir la larga Avda. Nevski.

Se hizo tarde. ¿Las 11? . Quizá más, y había que volver al hotel. Los taxistas en época soviética eran funcionarios. Tomar un taxi era casi imposible, así que levantabas la mano, parabas a un conductor cualquiera y negociabas.

Así lo hicimos. Paró un hombre de mediana edad, en un Lada bastante maltratado. El no hablaba nada de inglés, nosotros nada de ruso. Le enseñamos la tarjeta del hotel y asintió, negociamos escribiendo la cifra en una libreta, creímos llegar a un acuerdo y montamos en los asientos de detrás.

Arrancó a una velocidad mayor de la que esperábamos de aquel cacharro y tras unos pocos metros, abandonó la avenida y empezó a callejear . Era la ciudad del estudiante Raskolnikov en “Crimen y Castigo”, oscura, neblinosa, vacía y amenazadora. Zigzagueábamos sin sentido, unas veces siguiendo la orilla de los canales, otras cruzando por puentes sin iluminar.

¡Alfonso! Dije, la hemos cagado. Este tío no nos lleva al hotel. No sé lo que intenta, pero pinta mal. Es un hampón y va a ir a un lugar apartado, donde estarán sus colegas esperando. Cuando esté a punto de parar, antes de que nos echen mano, yo le trinco por el cuello y me deshago de él, tu saltas rápido al volante y salimos disparados. No era un buen plan, pero era un plan.

Pasaban los minutos, seguíamos callejeando en una penumbra que los faros del coche apenas penetraban. Conforme pasaba el tiempo íbamos acumulando tensión.

Entonces empezó a aminorar. No había nada reconocible, solo difusos bloques de viviendas soviéticos. Dobló una esquina, había un pequeño grupo de gente como esperando, y redujo más.
- A la de tres, susurré,  le saco de ahí; ¡Preparado!
- Una, dos...
El Lada giró despacio otra esquina, y entonces Alfonso gritó:
- ¡El hotel! ¡El hotel!

Era nuestro hotel. Paró a unos 50m, porque solo dejaban entrar a los taxis oficiales. Bajamos con el corazón desbocado, solo atinando a decir: ¡Hostias, hostias! y resoplar.
Le pagamos lo acordado y no subimos a la habitación, nos quedamos en el pub del sótano tomando unos vodkas.

Habíamos estado a un segundo de liar una buena. Nos reímos.

viernes, 5 de julio de 2024

El diseño de los pájaros

 - ¿Se han fijado en los pájaros? Vuelan, van, vienen, suben, bajan, pero...¿Han visto alguna vez alguno de ellos recostado, jadeando del esfuerzo?

Tras esta entradilla, D. Antoni Almirall puso la primera diapositiva y comenzó su clase de biología. Siempre eran buenas, pero aquella fue épica, irrepetible. Descubrimos que las aves tienen un diseño impecable, perfecto.
Dios sacó aquel quinto día de la creación lo mejor de sí mismo. Cuando al día siguiente se puso con los mamíferos, debió hacerlo con desgana y cuando creó al hombre, le salió una chapuza.
Esta mañana, un grupo de cotorras grises argentinas han venido volando hasta el almez que hay frente a mi balcón, para comerse los frutillos todavía verdes.
Debo estar paranoico, pero tengo la impresión de que me miran con condescendencia. Como diciendo, ¡Pobre bicho! :
No vuela, se desplaza penosamente sobre 2 patas, necesita ponerse ropa y zapatos , tiene un sistema respiratorio y excretor lamentable y a la menor oportunidad se mata con sus semejantes.
¿Y si no fuéramos los amos y señores de la creación? ¿Y si a quien Dios hizo realmente a su imagen y semejanza fue a las cotorras argentinas?



Sueños


Yo quería ser como “El Virginiano”. Llevar las vacas al rio, dispararle a los indios y a los malos, cobrar mi paga el sábado y tras bañarme en una tina ir a gastarla al saloon en “Medicine bow”. También quise ser pirata, o torero, o boxeador como Pedro Carrasco o José Legrá.

Pasado el tiempo, no diré que mi vida sea una mierda, no estoy descontento. Pero puestos a pensar en “momentos emocionantes”, no caigo en ninguno. (O quizá sí, pero no los sentí así cuando ocurrían).
Como compensación, me gusta leer. He sido John Silver en La Isla del Tesoro, Ulises en La Odisea, he compartido la locura de Don Quijote, las angustias de Emma Bovary, el extraño paso del tiempo con Hans Castorp en Davos, y la huida hacia delante de Jean Valjean en Los Miserables.
Las buenas novelas son la hostia.