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| Cave canem. Un clasico. En la puerta de un chalet. |
Una chica joven, de unos treinta y pocos, subida en una vespino, amonestaba al abuelo estentóreamente:
- ¡ Deje al animal tranquilo, si tiene algún problema hable con el dueño, pero deje al perro tranquilo !
A lo que otro señor de una cierta edad respondía:
- ¡No le ha hecho nada al perro, es el perro el que le ha mordido en una pierna !
- ¡ Pues da lo mismo ! ¡Si tiene algún problema hable con el dueño !
Aquí ha habido un ligero intercambio de exabruptos entre el defensor del abuelo, y la jóven de la vespino, que se ha ido.
No se cómo ha comenzado la cosa, porque solo he visto el desenlace. Quizá el perro, que me ha parecido jóven, solo quería jugar. Entiendo que la defensora de los animales de la brigada motorizada, tampoco ha visto el principio.
Lo que me llama la atención es que la chica no ha mostrado ninguna empatía con el abuelo. No se ha puesto en la posición de que pudiera ser su padre, o su abuelo. Ella ha empatizado con el perro.
En su escala de valores, el perro estaba por encima.
Cada vez veo con mas frecuencia situaciones de este tipo, en las que los animales de compañía ocupan la cúspide de la pirámide de valores.
Esto no es mas que uno de tantos síntomas de una sociedad enferma. Ha pasado siempre.
Las sociedades se hacen urbanas, se enriquecen, se sofistican, alteran sus valores, se debilitan...
Entonces aparece otro grupo humano mas fuerte y las reconvierte, normalmente de forma violenta. Y se reinicia el ciclo. Lo que pasa es que con la globalización igual ya no sucede así. No lo se.
Me temo que esta vez, el colapso de nuestra sociedad rica venga de la mano del cambio climático.
