Pilatos le preguntó: ¿No hay, pues, verdad sobre esta tierra?
Y Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la verdad sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra.

lunes, 6 de enero de 2025

Queridos Reyes Magos

 


Cada año por Reyes teníamos la misma pelotera. Sus graciosas majestades le habían dejado a la niña cosas útiles, como un diccionario ilustrado o un globo terráqueo. O juegos educativos. O incluso un equipo de música.

La niña abría las cajas, ansiosa, y conforme veía el contenido se iba defraudando.
¡Yo había pedido un conejo!¡UN CONEJOOOO! Bronca, resentimiento, malas caras...
Un año los Magos flaquearon y hubo conejo; de nombre Perico, como el de Beatrix Potter. Con su jaulita, su pienso granulado y su bolsa de heno, para que hiciese bien las digestiones el bicho.
Porque los conejos de compañía, habéis de saber que no comen de todo. Y específicamente, no comen zanahorias.
La alegría fue grande, pero duro poco. La niña iba a la escuela, hacía extraescolares de teatro y de dibujo, tocaba el violín...y el conejo se pasaba la vida en la jaula. No había tiempo para el.
¡Ah, otra cosa! Les llaman conejos enanos, pero es un eufemismo. Perico engordaba y crecía sin medida.
Cuando entró la primavera, le dimos la libertad. "En el monte será mas feliz" le dije a la niña, y parece que coló. Lo llevamos a la Sierra de Collserola y lo soltamos.
El muy jodido ni siquiera se iba. Se quedaba mordiéndome el borde de los zapatos. Hubo que motivarle a disfrutar su nueva vida a empujones con el pie.
Montamos en el coche y salimos pitando. No hubo pena ni lloros. Perico disfrutaba de una vida mejor.
Durante algún tiempo, cuando abría la puerta del piso temía encontrarlo en el rellano de la escalera, como esos perros y gatos que son capaces de regresar desde lejos.
Pero no. Perico no quiso volver o no supo.
Queridos Reyes Magos:
Si los niños piden un conejo, no hagáis caso. De verdad. No es una buena idea.
P.D: No, el de la foto no es Perico, ni siquiera es un conejo. Es una liebre nival que pude fotografiar hace unos años en Laponia.

martes, 10 de diciembre de 2024

Echando pan a los patos

 


¿Recuerdas la canción que decía?

🎼Mi mono Amedio y yo
pasamos muy buenos ratos
echando pan a los patos...🎶
Pues ya no. El ayuntamiento de Zaragoza nos advierte de que los patos tienen que comer gusanos, insectos y algas, o sea, buscarse la vida. Lo que les gusta no es lo que les conviene.
A mí me pasa lo mismo. Me gusta el codillo de cerdo, los huevos fritos y el vino, pero lo que "me hace bien" es el brócoli y las acelgas.
Hay una discordancia clara entre lo bueno y lo sano. Intentemos encontrar un equilibrio.
En adelante, cuando vaya con mi nieto a ver los patos, me llevaré un trozo de pan en el bolsillo del abrigo y nos organizamos:
Mientras él les echa el pan yo vigilo, y si vienen los urbanos grito "¡Agua!".
Entonces tiramos toda la mercancía en la papelera y salimos corriendo. Es un plan sin fisuras.
Por cierto, les llamamos "patos" en general, pero los de la foto son ánades reales, un macho con su colorido llamativo y la hembra de tonos pardos. Y aunque en el parque abunden los "desaprensivos" que les echan pan, tienen muy buena salud.



domingo, 1 de diciembre de 2024

El Ebro

 


Yo soy de rio, como el cangrejo.

Después de las clases, los chicos recogíamos nuestros bocadillos de pan con chocolate y nos íbamos a jugar. Las madres siempre gritaban: ¡No vayáis al río!
Nunca he oído una advertencia mas inútil. Si tuviera un euro de cada piedra que yo he tirado al Ebro, sería multimillonario.

Desde aquel tiempo lejano, he tenido la oportunidad de conocer muchos otros ríos míticos: Musicales como el Moldava o el Danubio (¿azul?), navegables como el San Lorenzo, épicos como el Nilo o el Amu Daria, e incluso sagrados como el Ganges o el Jordán.

Pero amigo, el Ebro es el Ebro. Y por ese puente de piedra, cruzaban los legionarios romanos calzados con sus cáligas y cargando su impedimenta.

viernes, 1 de noviembre de 2024

El Mercado Central


Para mi era la guerra.
Cuando yo aún no estaba escolarizado, mi madre me llevaba con ella a comprar al Mercado Central de Zaragoza. Los gritos de los vendedores, los olores, el suelo lleno de restos sólidos y líquidos...

Miles de mujeres con carros y capazos avanzaban caóticamente de puesto en puesto como panzer alemanes arrollándolo todo, incluyéndome a mi.

Mi madre luchaba a muerte en cada puesto, por cada alcachofa, por cada manzana, por la carne. Pedía una cantidad de aquí o de allá, discutía la calidad, discutía el precio.

En los alrededores del mercado estaban los alpargateros, los cesteros, los cordeleros, los que vendían ropa, todos gritando. Cada compraventa se discutía a muerte.

Volvíamos a casa en un autobús cutre, lleno de gente, dando botes porque el camino era de tierra, lleno de charcos misteriosos porque no había llovido en meses.

Ahora, al Mercado Central van los turistas y salen admirados de la arquitectura, pero también de la limpieza, el orden, y la calidad y presentación de los productos.

La foto antigua está tomada de la página web del mercado, y debe ser de aquella época. La nueva es del día del Pilar.



domingo, 6 de octubre de 2024

En el centro de salud.

Tenía unas pruebas médicas pendientes y en el ambulatorio me ha atendido una chica joven, una sustituta.

- Su médica de siempre se ha jubilado, así que hasta que venga alguien nuevo le ira atendiendo quien toque.

Ha evitado los términos técnicos, y me ha explicado que tengo el corazón "desacompasao". Yo conocía el "corazón partío" de Alejandro Sanz y el "corazón espinao" de Maná. Pero ¿desacompasado? ¿Como un mal cantante de boleros?

- Pues no sé en qué medida debo preocuparme.
- No, no se preocupe por eso, porque es perfectamente posible que se muera por cualquier otro motivo.
- Bueno, me quedo mas tranquilo. Aunque la verdad es que no había pensado en morirme...todavía.
- Claro, claro, era una manera de hablar.

Le he dado las gracias y bajando las escaleras he tenido la sensación de que faltaba algo. Al final he caído: Faltaban las risas enlatadas. 

La vida es, como la concebía Balzac; una comedia por entregas. Aunque el desenlace siempre es trágico.

En varios puntos del centro de salud, han pegado el cartel que puede verse en la foto. Tiene su guasa.



lunes, 30 de septiembre de 2024

YA (CASI) NADIE DA NADA.

 


Creo que sería allá por el año 2000. Una abuela entró con una niña en la Caja de Ahorros y se dirigió a la empleada.
- ¡Dile al director que salga un momento!
- Hola Antonio. Mira, esta es mi nieta. ¡Dale algo!
El director sonrió, abrió un armario y le dio a la niña unos lápices y un estuche. La abuela era mi madre y la niña era mi hija.
En 2008 llegó la GRAN CRISIS y se jodió la costumbre de dar cosas. Ni los bancos dan cazuelas, ni los supermercados tostadas con fuagrás, ni las empresas cesta de navidad. Muchas pescaderías ya ni dan el perejil.
Hablando de dar y de perejil, hace un mes me sorprendió en el buzón un folleto de una inmobiliaria que incluía un sobre con semillas. Lo sembré y el resultado actual es el de la foto.
Está bien. Menos da una piedra.

domingo, 15 de septiembre de 2024

En La Habana Vieja.

Nos recogimos pronto porque el huracán ya estaba encima. El hotel era un antiguo convento de monjas reconvertido en alojamiento modesto. Gruesos muros, ventanas mínimas, habitaciones grandes y vacías, camas muy altas y un toque de lujo: ruidosos ventiladores de pie repartidos por todo el establecimiento. El calor era insoportable.

Tras la cena se desató afuera un infierno de viento y lluvia. Mi esposa se fue a intentar dormir, y yo me acodé en la barra del bar junto al único parroquiano que había; el policía del hotel. Un hombre menudo, con un bigotillo ralo y aspecto cansado. Estuvimos tomando cervezas, que pagué yo.

No hay día bueno, me contó. Vivo lejos, y con el huracán no puedo volver a casa. Esta mañana, en mi barrio no había electricidad ni gas. Hemos hecho el desayuno quemando un leño.

En unos sofás dispuestos en ele, dos chicas cubanas tonteaban con dos españoles maduros. Una de ellas vino hasta el policía y sin hablar le dio unos billetes hechos un canuto, que él se guardó en un bolsillo sin revisarlos. Sonreí. 
- ¿Una buena propina?
- Si fuera todo para mi...

Estuvimos charlando hasta tarde. Nos quedamos solos. Los tórtolos debieron irse a alguna habitación. Bien entrada la noche, di la mano al policía y me fui a dormir.

La mañana siguiente nos levantamos tarde. El huracán ya había pasado, recogimos las cosas y fuimos a hacer el checkout.
En recepción, pregunté a la empleada si el policía había podido volver a casa sin problemas.
La chica me miro inexpresiva y respondió con ese tono declamatorio oficialista cubano:
- Disculpe, señor, pero sin duda está Ud. confundido. En este hotel no tenemos ningún policía.
Asentí, recogí los pasaportes y nos fuimos.

Ordenando unas cajas con papeles he encontrado un Granma de aquellos días y me he acordado del policía que no existió.