Para mi era la guerra.
Cuando yo aún no estaba escolarizado, mi madre me llevaba con ella a comprar al Mercado Central de Zaragoza. Los gritos de los vendedores, los olores, el suelo lleno de restos sólidos y líquidos...
Cuando yo aún no estaba escolarizado, mi madre me llevaba con ella a comprar al Mercado Central de Zaragoza. Los gritos de los vendedores, los olores, el suelo lleno de restos sólidos y líquidos...
Miles de mujeres con carros y capazos avanzaban caóticamente de puesto en puesto como panzer alemanes arrollándolo todo, incluyéndome a mi.
Mi madre luchaba a muerte en cada puesto, por cada alcachofa, por cada manzana, por la carne. Pedía una cantidad de aquí o de allá, discutía la calidad, discutía el precio.
En los alrededores del mercado estaban los alpargateros, los cesteros, los cordeleros, los que vendían ropa, todos gritando. Cada compraventa se discutía a muerte.
Volvíamos a casa en un autobús cutre, lleno de gente, dando botes porque el camino era de tierra, lleno de charcos misteriosos porque no había llovido en meses.
Ahora, al Mercado Central van los turistas y salen admirados de la arquitectura, pero también de la limpieza, el orden, y la calidad y presentación de los productos.
La foto antigua está tomada de la página web del mercado, y debe ser de aquella época. La nueva es del día del Pilar.
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